Al perro boliviano le pusieron ese nombre en recuerdo del perro japonés de raza Akita de ese nombre, su dueño era un profesor de universidad que murió de una hemorragia cerebral mientras impartía clase hace nueve años . Va a la estación todos los días a la hora que debía llegar su dueño, como cuenta la película Hachiko: A Dogs Story (Richard Gere)
HUGO
Aún siento su olor y el suave tacto de su pelo , a veces, cuando entro en la casa me parece que va a estar esperándome como hacía habitualmente cuando sentía que llegaba, y digo bien que lo sentía, porque se sentaba a esperarme detrás de la puerta bastante rato antes de llegar y cuando voy deprisa por el pasillo me he sorprendido, más de una vez, mirando para que no se me enrede en los pies como cuando me seguía por la casa.
Una de las manías más características suyas era que se rozaba ambos lados de la cara y se quitaba los bigotes, yo le decía que se estaba afeitando, cogió esta costumbre desde pequeño y le duró toda su vida.
Lo recuerdo cuando tenía pocos meses, pesaba poco, y se encaramaba por las cortinas del salón como si fuera un alpinista loco y me miraba desde arriba con esos ojos que dicen :" sé que no te gusta que haga esto pero te aguantas". Otras veces cuando estaba leyendo o viendo la televisión se subía a mi regazo y empezaba a ronronear como demandando una caricia , se apretaba contra mí y cuando le acariciaba mi mano sentía su ser que me transmitía serenidad, con esa mirada azul profunda y límpia .
Otras veces empezaba a correr por el pasillo pidiéndome que le lanzara una bola de papel , que luego me traía dándole con la pata o empujándola con el hocico, en otras ocasiones no me hacía caso y empezaba a jugar con ella y tenía que ir yo a buscarla. Era un animal juguetón , aunque no le gustaba salir a la calle, dicen que los gatos siameses pueden ir andando con una correa , pero a Hugo no le gustaba mucho, lo sacamos algunas veces pero era más bien tímido y se veía que no estaba a gusto. Sin embargo en la casa que era su habitat se sentía seguro y no manifestaba esa timidez, si no una gran curiosidad por todo. recuerdo que estuvimos de obras en alguna ocasión y era practicamente el ayudante de los albañiles y fontanero porque no se separaba de ellos viendo y "supervisando" todo lo que hacían.
Una de las veces que salimos al campo , estaba suelto y se subió a un árbol, por más que lo llamábamos no nos hacía caso , al final medio subiéndonos pudimos hacer que bajara; otra vez al soltarlo salió corriendo que no había quien lo parara, tenía una gran vitalidad y sobre todo lo que más gracia me hacía era como, en estas ocasiones, te miraba haciéndose el "loco" igual que un crio desobediente.
Por las noches se lo llevaba mi hija a su habitación , lo cogía en brazos como si fuera una muñeca y se acostaba con él, esto no le gustaba nada, le gruñía pero élla no lo soltaba, al final el pobre con infinita paciencia se acostumbró , esperaba que se durmiera y entonces se escurría y salía de la habitación. Era el momento de hacer sus visitas nocturnas, venía a mi cama y estaba un buen rato conmigo, se ponía de espaldas a mí y se hacía hueco moviendose hasta que se acoplaba a su comodidad en mi pecho, eso si estaba acostado del lado izquierdo, mirando hacia el exterior de la cama, si estaba boca arriba o hacia el otro lado se subía encima de mí pateándome hasta que me ponía en la posición que le gustaba. Ya en la posición correcta se ponia muchas veces de cara ronroneándome y moviendo sus patas con las almohadillas delicadamente de forma rítmica en el pecho, no sé porque hacía eso, supongo que serían reminiscescias de cuando era pequeño y estaba con su madre. Después se ponía a los pies de mi mujer y al final iba a la cama de mi hijo donde ya pasaba el resto de la noche durmiendo en la almohada pegado a su cabeza. Así todas las noches. Aunque más adelante y en ciertas ocasiones que luego relataré variaba este hábito nocturno.
Por la mañana cuando desayunaba se subía a mis piernas porque quería que le hiciera arrumacos y le decía su nombre flojito al oido. En una ocasión me enfadé mucho porque tenía un canario, que había criado mi padre, y estando en la terraza fue en un descuido , tiró la jaula y se escapó volando, ya no pudimos recuperarlo, fuimos a la calle a buscarlo, preguntamos a las casas vecinas, pero nada , no lo volvimos a ver; entonces dejé de hablarle, se rozaba con mis piernas y lo retiraba, cuando se subía a mi cama lo bajaba o le empujaba fuera , no le hacía caso ; así estuve bastantes días, pero él iba detrás de mi como un corderillo haciendome la pelota, hasta que una mañana le deje que se subiera y volví a acariciarle, parecía que le brillaban más los ojos y se apretaba más contra mi, fue genial la reconciliación.
Cuando se ponía un poco loquillo reñía conmigo y se tiraba a los tobillos hasta que me bajaba al suelo y le pasaba la mano por la cabeza restregándole las orejas, que yo sabía que no le hacía gracia y me mordía en las manos algunas veces bien fuerte, tenía que llamarle por su nombre enfadado , entonces me miraba e iba aflojando poco a poco la presión de los colmillos y soltaba. Echabamos bastantes peleas, le gustaba.
En la terraza interior tenía en un extremo dos recipientes, uno para el agua y el otro para su alimento sólido y en el extremo opuesto estaba su cama que usaba bien poco. Por la noche iba y venía, una madrugada se subió a mi cama y empezó a patearme y a hacer ruidos como quejumbrosos, era un gato que raramente maullaba, le noté las patas mojadas, lo que hizo despertarme del todo, me levanté y fuimos directamente a la cocina donde observé que se estaba escapando agua de un latiguillo de debajo del fregadero que se había soltado, había un dedo de agua en la cocina. Si no es por él hubiera pasado una auténtica desgracia, una inundación de campeonato , así se resolvió en poco tiempo recogiendo el agua con la fregona y varias toallas. Ese día nos libro de una buena.
Lo llevamos de viaje varias veces, al principio era un mal viajero, porque se mareaba y había que parar frecuentemente y en algunos tramos de la carretera que había badenes era preciso ir despacio porque si no era imposible, probamos a meterlo en un transportín para que no viera mucho y fuera más tranquilo pero se mareaba también, al final se acostumbró bastante y como mejor iba era con su collar y su cinta atada en uno de los soportes superiores donde se agarran los pasajeros con la mano, dándole libertad, pero sujeto para que no deambulara y molestara al conductor, pero le gustaba mirar y ver por donde ibamos. En la urbanización donde vamos de vacaciones era famoso porque estaba casi todo el día en una especie de balcancillo que estaba en la terraza desde donde lo veía todo y le veían a él. Más de una vez tuvimos que ir corriendo a cogerlo para que no se cayera porque se paseaba por el canto de la terraza como haciendo guardia, hasta que pusimos una malla para evitarlo; de esa especie de terracilla se subia al pretil de la ventana de la cocina cuando alguien estaba allí porque estaba al lado suyo.
Dicen que a los gatos no les gusta el agua pero yo lo bañaba todos los veranos en vacaciones, nos metiamos en la bañera y le bañaba con su champú , lo aclaraba bien con agua calentita y no se si le gustaba pero lo soportaba bastante bien , luego lo secaba con una toalla especial para él , después con un secador y luego lo llevaba a la terraza, se tumbaba en una hamaca al sol y se pasaba allí lamiéndose hasta que se secaba del todo, ¡cómo le relucía el pelo de limpio!
Era un animal muy aseado, además de su propio aseo que se pasaba buenos ratos lamiéndose, todos los domingos por la mañana le limpiaba los ojos y los oidos y le cortaba las uñas cuando las tenía demasiado largas , lo de ir al podológo no lo llevaba muy bien, pero como decía mi mujer: " lo que te aguanta a ti el gato no se lo aguanta a nadie".
¡Cuántos recuerdos!, era un miembro más y se entremezclan sus recuerdos con la actividad normal de una familia .
Lo más triste es cuando empezó su enfermedad, ¡qué batallas con el veterinario!, tenía que ir siempre yo para sujetarle porque era con el único que se estaba medio quieto, recuerdo una vez que se me soltó la cabeza y me mordió pero de esa forma continua como en las películas del Oeste Americano murden un trapo al hacerle una cura sin anestesia ni nada, que es solo para consolarse , pues así me mordió mientras el veterinario le curaba una herida provocada por una infección perianal. El veterinario me decía :"si no lo veo no lo creo".
Hacía una fuerza tremenda y se ponía hecho una furia, el veterinario tuvo que comprar una jaula especial para meterlo , tenía como una trampilla movible que reducía el espacio hasta que lo aprisionaba y así podía reconocerlo.
Cuando estaba malo no iba por la noche a hacer la visita nocturna por las camas, se quedaba en su cama y no se movía de allí, teniamos que ir a ver como estaba, levantaba los ojos, me miraba y volvía a su posición . Le ponían el "embudo" como deciamos para que no pudiera lamerse la herida, no lo llevaba muy bien. Se lo quitaba para comer y beber agua, muchas veces iba al comedero para que se lo quitase , pero me engañaba e intentaba lamerse, cuando quería ponerselo otra vez se resistía. Tenía esas cosas de niño pequeño y travieso que me divertían.
Su salud fue a peor , un día fuimos mi hija y yo al veterinario porque no nos gustaba como lo veiamos y lo dejaron ingresado en la clínica veterinaria con el suero puesto, pero cuando llegamos a casa, mi mujer dijo que "ni hablar" y se fue corriendo a por él y lo cuidó en casa mientras tuvo el suero, porque decía que no iba a estar malo y solo.
No quiero recordar más esta parte de su vida, solamente diré que mi mujer durante este tiempo fue la que más lo cuidó .
Mis hijos me han insistido muchas veces, desde entonces , en tener otro gato o un perro , pero yo no he querido porque me parece que es traicionar la memoria de mi Hugo.
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