sábado, 14 de mayo de 2016

"El Serpiente"


La noche era oscura y no se veía nada, avanzaba por una calle estrecha de un barrio de mala reputación y peligroso. Sentía un pellizco en el estómago, algo que podría aproximarse al miedo. Avanzaba pegado a la pared de las viviendas para protegerse. Cualquier sonido sobresaltaba al muchacho. Iba a la imprenta que se encontraba al final de la calle, estaba detrás del Puerto donde los camellos, los drogadictos, los proxenetas , las putas y toda clase de bicho nocturno se movía con soltura, pero él era un simple mandado que iba a una imprenta clandestina a por unas octavillas para promover la huelga de su sindicato, un aprendiz metido en la boca del lobo.
Maldecía la hora en que entró en el sindicato, en la que se puso al servicio de su secretario para chico de los recados y maldecía tener que sobrevivir teniendo que hacer méritos todos los días para ser aceptado en un mundo rudo y agresivo. Le apodaban “El serpiente” porque iba zigzagueando y sorteando los problemas y los líos en que generalmente le metían.
La calle se le hacía interminable, apenas atisbó la esquina en la que había una farola que alumbraba el portal donde iba, se encogió un poco más para pasar inadvertido, ya que estaba tan cerca de la meta. Pero lo tenía claro, la vuelta no la iba a hacer solo, esperaría salir con los dos trabajadores.
Entró a la imprenta y se reconfortó con el ambiente que había, el olor a tinta le gustaba y aunque la luz que había no era muy intensa, había dejado la oscuridad que tanto le intimidaba.
Los dos trabajadores eran conocidos del muchacho y tenía la seguridad que no le fallarían , como tampoco él les fallaría a ellos.
El paquete de las octavillas estaba sobre una mesa cubierta por un hule amarillento y desgastado en la que había dibujos de grandes monumentos del mundo como La torre Eiffel y El Big Ben.
En un rincón había un espejo, se miró en el, Era de una estatura media, moreno, de ojos verdes, tez curtida por el día a día en el muelle, se tenía por bien parecido, esbozó una sonrisa que resultó ser breve porque descubrió un incisivo superior que le faltaba y que le daba un aire de pícaro y viejo que no le gustaba. Era musculoso y para vivir en el ambiente que se desenvolvía listo y escurridizo, la imagen de un superviviente.
-¡Vamos, coge el paquete y vete ya!
-No, yo me quedo y me voy con vosotros.
Los dos hombres se miraron y sonrieron.
-¿Qué... tenemos miedo?
- No… Bueno, un poco.
-No puede ser tenemos que salir por separado.
- Me voy con el primero que salga.
El primero de Mayo era el día escogido para una gran manifestación que debería seguir con una huelga programada para dignificar algo el trabajo de estiba y desestiba del Puerto, los hombres se partían la espalda por un puñado de monedas que no bastaban para vivir.
El sindicato era poderoso y temido porque sus consignas eran seguidas por todos los trabajadores al unísono, desesperados y sabiendo que era su única baza la de hacer fuerza paralizando la actividad comercial .
El ambiente estaba caldeado y se esperaba, que con la difusión, la sociedad se pusiera de su parte y así hacer más fuerza.
Se reunieron muy temprano en las oficinas administrativas de la Autoridad Portuaria, cantando las consignas preparadas, avanzaban hacia el Gobierno Civil, los más exaltados apenas podían ser calmados por el piquete de orden interno de la manifestación, tenían tanta frustración interior que salía su protesta a borbotones.
El Serpiente” que iba y venía desde la cabecera de la manifestación hasta el final de la misma le trasmitía a su jefe la intranquilidad e incertidumbre de cómo iba a terminar aquello.
Antes de llegar al Gobierno Civil les detuvo un cordón de antidisturbios, “El Serpiente” temió lo peor , algunos compañeros empezaron a hacer retroceder a viva fuerza a los antidisturbios . En pocos minutos se organizó una batalla que terminó con más de uno magullado y dolorido.
El muchacho, después de auxiliar a cuantos pudo , estaba apesadumbrado , se encontraba cansado y apoyado en la pared contemplaba la situación con gesto preocupado.
D. Marcelino Hernández , Presidente Nacional del Sindicato de Estibadores, sonrió ante la noticia que venía en primera plana , el diente de oro se vislumbró dándole un toque de distinción. Era de mediana edad ,moreno, de ojos verdes, fuerte y bien parecido, había transformado al Sindicato en un órgano presente en todas las negociaciones . Cambiando el choque por la aproximación y el diálogo, exigiendo una nueva ley que regulara los derechos laborales de la actividad de estiba y desestiba de los puertos. Aprovechando los momentos de debilidad del Gobierno, insistiendo en las reuniones con el Ministerio, dialogando y presionando.
La amenaza de una huelga general en un momento de preelecciones había dado resultado. Después de muchos años de lucha la noticia había saltado a todos los periódicos: LOS SINDICATOS ARRANCAN DE FOMENTO EL COMPROMISO DE QUE LA NUEVA LEY SERÁ CONSENSUADA.


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