jueves, 19 de junio de 2014

El incendio de Tivissa.

El domingo día 15 de este mes  me enteré de un incendio en la demarcación de este  pueblo de la provincia de Tarragona que está situado en las tierras de la ribera  del  Ebro.  Este incendio tuvo lugar  en la sierra de la Cruz, se quemaron casi 900 hectáreas y hubo que desalojar a 51 personas de 28 masías.
Esto ha avivado en mi mente  un   recuerdo que conservo desde niño y que nunca he olvidado  porque va ligado  al  recuerdo de mi padre.
Entre los años 1954 al 1959 vivimos por razones de trabajo de mi padre en Tivissa  y uno de los recuerdos que tengo es el que hubo un incendio entre Tivissa y Vandellós , muchas personas , entre ellos mi padre, estuvieron apagándolo, no como ahora con   60  dotaciones  terrestres y 16 aéreas , con todos los medios materiales de camiones, bombas  y  aviones , con todos los medios tecnológicos de comunicación y con los medios de protección adecuados para los bomberos y demás profesionales. Entonces los incendios se apagaban con el riesgo de las  personas , una al costado de la otra golpeando  las llamas con ramas, echando tierra encima y si se podía con un pañuelo mojado tapando la boca y la nariz.  Recuerdo, yo era muy pequeño, que alguna entidad, no sé si sería el Ayuntamiento, invitó a todos los que habían participado en la extinción de ese fuego a un aperitivo al medio día , mi padre me llevó con él y  como por aquellos años no estábamos muy sobrados de viandas me acuerdo perfectamente que había bastantes cosas y me encargué de probarlas todas.

También  tengo otros recuerdos , como  que había un callejón muy estrecho en el centro del pueblo que  comunicaba dos calles.
Yo vivía en las afueras y cuando salía de la escuela en pleno invierno por la tarde tenía que atravesar solo un sendero ancho de tierra con huertas a ambos lados, había perros que ladraban, más de una vez lo  atravesé a carrera limpia.
En la escuela,  en los años cincuenta, nos daban en el recreo leche en polvo americana que sacaban de grandes bidones de cartón marrón claro con ribetes de metal  en la parte superior e inferior, no me gustaba mucho, pero me la tomaba.
En  una fiesta de San Blás subimos a una ermita que había arriba de un  monte, corría agua  saltando de roca en roca al lado del camino, era agua limpia y   con las dos manos cogí  para beber, estaba muy buena y muy  fresquita.
Recuerdo que había una plaza muy grande que se llamaba la Baranova donde bailaban los domingos sardanas, los chicos íbamos allí y nos pasábamos largos ratos mirando.
Había una fábrica de marcos de madera   para cuadros, yo todavía conservo dos con las fotografías de mis padres, estos son tamaño folio, dorados y con unos adornos en los vértices del rectángulo, son bonitos.
Mi padre tenía un gallinero donde criaba gallinas y algún gallo, también tenía jaulas para conejos, era un desahogo para la economía familiar poder alimentarse  de lo que  producían estos animales. Recuerdo que un año compró varios patos de raza Kaki Campbell , eran pequeños y de ese color, no necesitaban estanque para vivir, mi padre les ponía algunos recipientes  grandes  para que se remojaran cuando hacía calor, cuando tenían unos seis meses  las hembras ponían tantos huevos como las gallinas, y cuando quería criar le ponía los huevos de pato a las gallinas para que los incubaran junto con los suyos, los fue criando, en una ocasión dos de los grandes   salieron volando y tuvimos que ir corriendo detrás de ellos hasta la Baranova que estaba linealmente enfrente, pero en altura, nosotros tuvimos que dar vuelta por las calles hasta llegar allí, aunque ellos, naturalmente, volaron en línea recta,  fue un acontecimiento ,visto desde la lejanía, divertido.
Un año en las fiestas hubo una carrera de caballos, recuerdo que participó mi padre, nosotros estuvimos viéndole y animándole , pero no ganó, fue una pequeña decepción , pero yo me sentí muy orgulloso de él y le abrace fuerte cuando llegó donde estábamos.
En navidades la primera cabalgata de  Reyes que recuerdo fue en Tivissa, aun me veo la víspera por la noche a la entrada del pueblo con mi farol de papel de color con una vela encendida dentro, igual que todos los niños del pueblo, esperando a los Reyes Magos, formando una estampa estupenda, digna de haber sido recogida en un vídeo, la lástima es que entonces no había, la verdad  es que en la mayoría de las casas no había ni para poner el sello de la carta para enviarla a los Reyes.
Estábamos nerviosos esperando, de pronto,  entre el camino de farolillos encendidos apareció al  galope un caballero joven ricamente vestido con una capa de  terciopelo rojo carmesí  que se paró delante de las autoridades,  se dirigió solemnemente al  Sr. Alcalde pidiéndole  permiso para que los Reyes y su comitiva  pudieran entrar, dedujimos que era un paje que se había adelantado para esa petición. Vimos como el Sr. Alcalde , en señal de asentimiento, le entregaba la llave del pueblo.
Con los nervios a flor de piel seguimos esperando, al cabo  de un buen rato  vimos aparecer los tres Reyes Magos  a lomos de sus camellos, era fantástico, yo no había visto en mi vida esos animales, solo en las ilustraciones de los libros, los Reyes iban majestuosamente vestidos, se les notaba en su porte y modales su linaje,  venían más personajes todos magníficamente engalanados, al final venían tres camiones tapados con toldos, llenos hasta arriba de cajas de juguetes, se les notaba en la lona la presión que ejercían  los picos de las cajas de los regalos.  ¡Madre mía!, ¿Iría algún regalo para mí? No dormí nada esa noche.
Al día siguiente por la mañana   todos nos reunimos en el Salón y los pajes iban nombrando uno a uno a todos los niños  para entregarles los regalos que los Reyes habían traído para ellos en los camiones  la noche anterior, cuando oí mi nombre no atinaba a ponerme en pie y acercarme al escenario  para ir  a por mi regalo. Abrí la caja, ¡era un balón  de fútbol !
Son recuerdos deshilvanados de un niño muy pequeño que vivió hace muchos años en Tivissa. Espero volver algún día  .

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