El trasiego de la vida te mete en un
torbellino que gira y gira sin darte
cuenta, las escaleras y ascensor de la casa de vecinos no paran de albergar subidas y bajadas de unos y otros, todos envueltos en la
dinámica de su día a día, sin parar, sin pensar nada más que en su mundo
pequeño, pero grande para cada uno, pues
es el que has creado y lo tienes que defender para la
supervivencia de sus habitantes.
La pista es pequeña y debes girar sin
chocar, así un día y otro. La ocupación diaria, el anhelo cotidiano, la expectación
continua, la dedicación permanente. La mente está ocupada en hacer y tal
vez poco en sentir, en cumplir las tareas y no en el desarrollo personal.
Todo termina un día, el tiempo ha
pasado, la ocupación diaria ha cesado , los anhelos… unos se cumplieron, otros
tuviste que desecharlos, otros la vida
se encargó de robártelos.
El torbellino amaina y la dinámica se
ralentiza y tropiezas con la realidad devenida del pasado y esperando un futuro desconocido.
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