martes, 18 de diciembre de 2018

Navidad 2018


                 Suenan los villancicos
                 en las radios españolas,  
                 y en las casas bien bonitos
                 los belenes afloran.
                 Se siente una alegría
                 que cada año se renueva
                 y hasta el amor brilla
                 entre los que lo ignoran.
                 Sonríen los chicos,
                 la gente alborota,                
                 todos, pobres y ricos
                 la suerte añoran.
                 La niebla  se asoma
                 temprano por la mañana,
                 no se ve el panorama,
                 el paisaje llora
                 esperando el momento
                 que los pastores imploran:
                 el sublime nacimiento
                del que entre nosotros mora.

Belén hecho de madera de olivo de Palestina.




El ascensor.


  
El trasiego de la vida te mete en un torbellino que gira y gira sin  darte cuenta, las escaleras y ascensor de la casa de vecinos no paran  de albergar subidas y bajadas  de unos y otros, todos envueltos en la dinámica de su día a día, sin parar, sin pensar nada más que en su mundo pequeño, pero grande  para cada uno, pues es el que  has  creado y lo tienes que defender para la supervivencia de sus habitantes.

La pista es pequeña y debes girar sin chocar, así un día y otro. La ocupación diaria, el anhelo cotidiano, la  expectación  continua, la dedicación permanente. La mente está ocupada en hacer y tal vez poco en sentir, en cumplir las tareas y no en el desarrollo  personal.

Todo termina un día, el tiempo ha pasado, la ocupación diaria ha cesado , los anhelos… unos se cumplieron, otros tuviste que desecharlos, otros la vida  se encargó de robártelos.

El torbellino amaina y la dinámica se ralentiza y tropiezas con la realidad devenida del pasado  y esperando un futuro desconocido.