lunes, 21 de enero de 2019

El viejo profesor.


                                            

-  No sé qué hacer, todo se complica, solo quiero ayudar.
- Qué te pasa, exactamente, con María?

Los dos hombres están sentados en una mesa frente a frente. El espacio es amplio y desde el rincón donde se encuentran dominan todo el salón. Las sillas, los sillones  y los sofás combinados perfectamente en los distintos apartados abiertos dan una cierta privacidad sin necesidad de separación física.
 Las sillas y los sillones son de madera color caoba con tapizado de color rojo y los sofás de dos plazas con el mismo color de la madera y del tapizado hacen un contraste espléndido con el suelo de mármol blanco en el que casi se reflejan. Al fondo una escalera de madera, con los peldaños cubiertos con una alfombra roja y una fina barra de metal dorado sujetándola en el vértice de cada escalón, que gira a la izquierda con el pasamanos sujeto al suelo con una barandilla formada por unos balaustres torneados y finamente decorados con filigranas. El primero que ha hablado es, lo que se llama ahora de forma eufemística, de la tercera edad, una edad indefinida para el que la quiere adivinar en la que todavía se posee fuerza para emprender y realizar. Tiene el rostro preocupado y apoyada la barbilla en su mano derecha que abarca toda la mejilla hasta las patillas de las gafas que rozan las yemas de los dedos, su cara bonachona es redonda y colorada, puede ser por el calor o por el azoramiento que significa confesar a su amigo su preocupación, con grandes entradas y ojos brillantes e inquisidores, de mirada fija en el compañero de mesa detrás de unas gafas que rematan una cara sincera que da confianza. El otro hombre joven y atento a las explicaciones del primero como lo demuestra su cuerpo inclinado hacia delante, el pelo negro y los ojos oscuros, tiene el rostro enjuto y la tez morena, delgado y aunque está sentado se adivina alto y bien proporcionado, con una expresión de serenidad y equilibrio que transmite a quien lo tiene enfrente.

- No quiero romper los sueños de nadie.

- Por qué dices eso?

- María tiene unas condiciones innatas para la música, su sensibilidad no se aprende, la voz se puede educar, pero el sentimiento nace del interior, se expresa con el cuerpo, con el andar, con la inflexión de la voz, con la expresión de la cara, con la elegancia del porte.

- Conozco a María y sé que no puede tener mejor profesor que tú. ¿Tienes dudas sobre ella?

- No, no se trata de ella, es la familia.

- ¡Vaya, la familia!  El eterno problema.


El profesor de María es un reputado pianista que regenta una academia donde enseña a tocar distintos instrumentos y también da clases de canto.

María es su alumna más aventajada, ya ha participado en distintos festivales locales y regionales y es bastante conocida en la ciudad.

El compañero de mesa es director de orquesta y amigo del profesor. El director de orquesta, Rodrigo, fue alumno del profesor en su niñez hasta que ingresó en el conservatorio dónde destacó por sus conocimientos musicales y después, profesionalmente, por las dotes de dirección a pesar de su juventud, respetado por todos los componentes de la orquesta sinfónica titular de la Comunidad, incluido el profesor de su niñez, pianista de la orquesta, del que siempre escucha sus consejos y aprecia como su padre musical.

 Ahora el viejo profesor, ya jubilado, se sigue dedicando a la enseñanza musical que, según dice, le da la vida ver como sus alumnos progresan y se ilusionan cuando al final del curso cantan y tocan en público en el teatro de la ciudad.

Rodrigo mira con ternura a su viejo profesor y recuerda sus prisas por triunfar en la música cuando le ofrecieron participar en la formación de un conjunto. Su consejo fue: “prepárate, estudia y si luego te atrae la música ligera, adelante”. Recuerda la lucha del profesor por tranquilizarle y encauzarle para que preparara el ingreso al conservatorio y que cursara los estudios para capacitarse y concienciarle que sin la seguridad que da sentirse preparado es precipitarse al vacío.

- La familia, mal aconsejada, quiere lanzarla antes de tiempo. Para llenar un auditorio de mil personas tienes que haber llenado antes diez veces una sala de cien. 

-Qué vas a hacer?

El profesor le mira fijamente entrecerrando los ojos y esboza una sonrisa.

Rodrigo se sonroja ligeramente y sonríe con complicidad, comprendiendo.
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