sábado, 19 de noviembre de 2016

Los L.O.S.



I.




Era el día 4 de julio de 2015, a media tarde, el día estaba claro y la temperatura suave , acababa de llegar al aeropuerto de Arlanda en Estocolmo en un vuelo de Air France, procedente de Madrid , con escala en el aeropuerto parisino Charles Degaulle, al entrar en este aeropuerto para aterrizar se divisa un Concorde retirado en 2.003 en una especie de pista con jardines.

Para coger el vuelo hacia Estocolmo tuve que darme prisa porque me vi obligado a cambiar de la terminal E a la terminal D, necesité trasladarme en  un autobús interno del aeropuerto, llegué cuando ya estaba formada la cola para embarcar . Delante de mi iba un joven que entabló conversación conmigo, era estadounidense, se expresaba en un español que se entendía bastante bien, era pastor de una iglesia de Nueva York que tenía una convención en Estocolmo, había estado en algunas ciudades de España y yo había visitado Nueva York el año anterior, así que la conversación fue agradable hablando de las ciudades comunes que conocíamos.

Al llegar cogí un taxi en la salida de la terminal hacia el Hotel Park Inn Hammarby Sjöstad, situado a 42 kilómetros al Sur del aeropuerto de Arlanda, cerca de la autopista y a unos 5 km. del centro de la ciudad.

Como cualquier turista subí a la habitación para deshacer la maleta y colocar la ropa, al terminar decidí dar un paseo por los alrededores. Pedí un mapa en recepción y salí a la calle.

A unos 200 m. dejé la parada del tren Sicka Kay, crucé a la acera de enfrente, en cuya esquina hay un supermercado , giré a la derecha y seguí caminando, al rato vi una grúa de estibador, a todo lo largo se encontraba el canal de Sickla, acompañado en ambos margenes por los edificios del barrio obrero de Hammerby Sjöstad, al final un puente de esquelética arquitectura. Estuve un rato apoyado en la barandilla inspirando el aire que me pareció diferente al de España.

El barrio Hammarby Sjöstad era una zona portuaria del sureste de Estocolmo contaminada debido a las industrias allí ubicadas. En los años noventa y debido a la solicitud de los juegos de verano para el año 2004 el barrio evolucionó y empezó a regenerarse, descontaminaron las aguas del canal y del lago de Hammarby, aparecieron zonas verdes y viviendas de nueva construcción. Aunque los juegos se los concedieron a Atenas la regeneración de este barrio eco-friendly continuó y fue un factor importante para que en el año 2010 le concedieran a la ciudad la capitalidad verde de Europa.

Regresé por el mismo camino, al principio de la calle del hotel me sorprendió ver que en el letrero de un bar pusiera claramente la palabra “TAPAS” en letras grandes y a continuación la lista de las tapas, todo en español. Me dispuse a sentarme en las mesas de fuera, cuando por el otro lado estaban recogiéndolas. Consulté en español a una camarera que si podía tomar algo, pensando que era española, me contestó en italiano que consultaría al dueño. El hombre no tardó en presentarse, hablaba un mal inglés y como el mío también lo es, nos entendimos bastante bien, pedí varias tapas y le pregunté de qué país era, la respuesta me dejó sorprendido.

-"Soy yugoslavo"- contestó.

No quise indagar más para no molestarle.

Era un hombre de mediana edad, pelo cano y rapado, cara redonda de facciones distendidas y bonachonas, me atendió con amabilidad y debo decir que las tapas no estaban mal y muy buena la cerveza.

La respuesta de aquel hombre me hacía sospechar que había emigrado antes de que se produjera la Guerra de los Balcanes o al inicio de la misma y que se seguía considerando de esa nacionalidad. Reflexioné sobre la maldad de las divisiones que se producen en las naciones por intereses políticos, económicos, culturales , religiosos o étnicos y que prevalecen sobre los humanos. La mente de aquel hombre no había procesado la maldad de la guerra, la separación de familias en los distintos países resultantes, la devastación de ciudades y la muerte de personas… toda esa sangre vertida sobre una tierra recia y hermosa.

Eran las nueve y media y todavía había sol, el cielo seguía claro y no había nubes, estábamos en la época del año con más horas de sol. Según el programa de mi teléfono móvil el sol se pondría a las 22,05 h y saldría a las 3,38 h. , es decir 18,27 horas de sol, aunque el sol se ponía durante algunas horas, la claridad duraba toda la noche. En la parte septentrional de Suecia , en Laponia había sol las veinticuatro horas, eran las famosas noches blancas. En esa zona, había leído que, existía un pueblo llamado Kiruna que tenía unas minas de hierro y a causa de su cercanía y por motivo de las extracciones de ese mineral había producido grietas y movimientos en edificios . Estaban dispuestos a trasladarlo 3 Km. más al este .

Me apetecía pasear por los alrededores, todavía no era demasiado tarde, la hora era la misma que la española, seguí acercándome al hotel, al pasar por la calle anterior, entreví una especie de puente pequeño , me acerqué y efectivamente era un puentecillo de madera del que colgaban maceteros con geranios llenos de flores rojas, las aguas limpias del canal reflejaban la luz todavía existente, parecía una postal de las que antes se mandaban a la familia para recuerdo y que la mayoría llegaban a su destino cuando ya estabas de vuelta. El puente comunicaba las dos partes del canal que en este paraje era muy estrecho, a la derecha había una casa de madera , parecía un pequeño embarcadero, en su barandilla había un hombre mirando al horizonte, tenia el pelo de color blanco, llevaba ese tipo de gafas de sol que son pegadas a la cara y ésta la tenía muy pálida. Me pareció que era albino. No pude reprimir el pensamiento de que no lo estaría pasando bien en esta época del año con tantas horas de sol.

Al entrar le pedí al recepcionista que me despertase a las siete de la mañana . Le dí las buenas noches y me dirigí al ascensor . Se me quedó mirando, era joven, atlético, rubio , de piel y ojos claros , como cerca del 80% de los suecos.

La habitación era espaciosa, los muebles eran modernos y de color madera claro, color haya; la cama era cómoda pero la almohada era un poco baja, miré en el armario y me coloqué otra.

-"Así mejor"- pensé.

No estaba muy cansado, pero al día siguiente debía madrugar para comenzar mi visita turística.  Por hoy ya había sido suficiente.




II.

Oí ruido y al instante una mano apretó mi cara sobre la almohada y perdí la consciencia.


Desperté en una pequeña habitación, no tenía ventanas pero al darle al interruptor se encendíó una lámpara que estaba en el centro del techo , la habitación era pequeña , estaba limpia y amueblada con sencillez, la cama donde estaba era de madera, al lado había una mesita  también de madera, ambos muebles estaban anclados al suelo de madera de un color más oscuro que el de los muebles. El espacio de enfrente  disponía de un diminuto baño que era suficiente para lo que necesitaba.


No sabía qué pensar, yo era una persona normal, sin ninguna complicación presente ni pasada, había llegado a Estocolmo para conocer la ciudad. No comprendía lo que me había pasado, realmente me habían secuestrado… pero ¿para qué? ¿Con qué objeto? Mi desconcierto era tal que tenía la mente en blanco  y ese mismo desconcierto me hacia mantener una cierta calma. 


Miré el reloj, era temprano, marcaba las 6,29 horas. Notaba un pequeño mareo y me tumbé en la cama , era inaudito, ¡no podía ser!


La brisa me daba en la cara , sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo, ¡estaba en el exterior!


“¿Cómo? ¡Me han liberado! ¿Qué extraño suceso es este? ¿Qué me está pasando? Está claro que se han confundido y me han soltado”.


¡Me habían liberado! Notaba una sensación de pesadez, tenía la boca seca y un mareo persistente, pero a medida que tomaba conciencia de que estaba libre iba dominando poco a poco mi nerviosismo. Estaba tumbado en un banco , me senté y miré a mi alrededor, me pareció todo normal. La luz de la mañana era intensa , el sol estaba en el cielo iluminando la mañana. Eran las 8,09 h., hacía más de cuatro horas que había amanecido.

Me hallaba en la ciudad vieja, conocida como Gamla Stan, situada entre el lago Malaren y el Mar Báltico . Era el embarcadero turístico de la isla Stadsholmen.


Estocolmo se extiende por 14 islas , es conocida como “la Venecia del Norte”, tiene 57 puentes que permite la comunicación fluida por todos los barrios.


Estaba todavía aturdido, cerré los ojos y traté de concentrarme en lo que sucedía a mi alrededor. Había cola en una taquilla donde se vendían entradas  para una excursión en barco. Mecánicamente me puse en ella y saqué un billete para la excursión de salida inmediata , sin saber muy bien cuál de las diferentes excursiones era.


Se trataba del circuito por el Canal Real, tenía la salida a las 10 horas, lo que me dejaba margen para poder desayunar y reponer alguna fuerza de las muchas que me faltaban.


Notaba una pequeña quemazón en la paletilla izquierda, en esa zona en la que el brazo derecho no llega por arriba ni el izquierdo por debajo. Me aguanté y no me preocupé demasiado.


Salimos del embarcadero de Strömkajen , en el centro de la ciudad, con vistas a los museos y edificios emblemáticos en dirección al tranquilo canal de Djurgarden, donde se abre un magnífico paisaje de las zonas verdes, jalonado por los típicos edificios de sus riveras, rodeando la isla del mismo nombre que la separa de la parte norte del continente. Al regresar la vista de Estocolmo es fabulosa. El audioguía en español me facilitaba la historia, el conocimiento y la ubicación de los edificios.

Salimos al canal , el agua era limpia  y a ambas orillas se divisaba un paisaje verde , sembrado de casetas de madera con tejados rojos, parecían casas de muñecas. Las ocas y patos miraban displicentemente al barquito turístico. Alguna islita aparecia al borde del canal estrechando el paso .En un momento el canal se hizo más ancho y caudaloso, una gran bolla marcaba la profundidad y comenzaron a verse algunas barcas de remos entrenando por las cercanías.

El vientecillo que corría y lo bucólico del paisaje tuvo un efecto positivo , la preocupación, sin desaparecer, me dio una tregua.


El viaje duró algo más de una hora, el tiempo suficiente, para relajarme y empezar a pensar que todo había sido un error y que debía centrarme en mi viaje y disfrutar de la belleza que me ofrecía la capital sueca.


Los días habían pasado sin ningún contratiempo y la primera impresión desagradable, el temor que los primeros acontecimientos me habían ocasionado se fueron difuminando poco a poco, aunque quedó en mí un poso de desconfianza que me hizo extremar las precauciones que todos tomamos cuando viajamos a un país desconocido.

La visita iba terminando sin ningún susto más, realmente había disfrutado del viaje, pero estaba preocupado y no había olvidado el episodio que podía haberme traído graves consecuencias.


Había pateado las calles empedradas con sus tiendas y cafeterías de Gamla Stan, visitado el palacio real, la Catedral cristiana de San Nicolás, con la escultura de San Jorge y el dragón, también había deambulado por la plaza Sergets donde se encuentran el obelisco, el teatro y el centro cultural. La encantadora plaza Stortorget con sus casas de colores. Había estado en el ayuntamiento con su impresionante salón dorado , y la catedral ortodoxa, el museo Vasa, el barco de guerra del siglo XVII, en fin… las visitas típicas de los turistas , había paseado por las calles y también  por las callejuelas con un encanto especial situadas detrás de la plaza , saboreado el arenque, el salmón y el caviar. Me gustaba la ciudad , su atmósfera  pausada , sus canales y zonas verdes eran relajantes. La gente era tranquila y no había grandes aglomeraciones . Esto me gusta especialmente porque en las masificaciones hay como una especie de violencia del espacio vital que me desagrada.


La temperatura había sido deliciosa, aunque en invierno los días son muy fríos y oscuros, en verano la temperatura por el día está en torno a los veintitrés grados y con muchas horas de sol, la ciudad tenía una atmósfera tranquila que me gustaba. La gente iba y venía pero no con el atolondramiento de prisa que desprendían las grandes capitales españolas. 



 
III.


En los días de mi estancia en Estocolmo había notado que el sol y la luz me molestaban más de lo que había previsto, había tenido que comprarme unas gafas de sol y me había puesto más moreno de lo que debía ser normal en un clima como aquel. Yo era moreno y aunque había pasado muchas horas en la calle me extrañaba.


Suspiré y me dije que comencé mal el viaje pero que al final se había enmendado, tenía el billete de regreso para mañana y las vacaciones se habían terminado, el trabajo me esperaba.


Iba a hacer la maleta, la abrí y comencé a doblar la ropa. Sonó el timbre de la habitación y cuando abrí la puerta me sorprendió ver al recepcionista tan rubio y al albino que vi recostado en el pequeño embarcadero cercano al hotel.
El albino del embarcadero era alto, delgado , fibroso, aún joven, tenía el pelo blanco, la cara blanca, casi transparente y en esta ocasión llevaba unas gafas de cristales ligeramente  amarillentos y gordos que dejaban ver sus ojos violeta claro, miraba directamente a los ojos y realmente imponía.


El recepcionista tenía la cara redonda, de aspecto tranquilo, se le veía dueño de la situación , hizo una indicación a su compañero apremiándolo.
Tomó la palabra el albino del embarcadero en un discreto español. Me pidió que les acompañara a la sede de la asociación a la que pertenecían, que no temiera nada, pues era una asociación pacífica de supervivencia, que debía lealtad y gratitud a los latinos que visitaban la capital.


No entendía nada y me resistí a acompañarles. Insistieron que no temiera nada, que solo querían darme una explicación y agradecerme mi participación en un programa de vital importancia para su asociación.


- “No ha notado alguna pequeña alteración en su estancia?”


Recordé el incidente del primer día, mi confusión ante un hecho fuera de lo común y se me despertó el deseo de saber y conocer. Me ofrecían esa posibilidad, pero no acababa de fiarme de esas dos personas de, en este momento, apariencia tranquila, pero que de una forma enigmática habían sido protagonistas principales de una situación que había puesto en peligro mi estancia en Estocolmo, que habían utilizado la fuerza para trasladarme de un lugar a otro sin mi consentimiento y que me habían hecho participar, según habían dicho, en un programa del que nada conocía .
Sopesé la opción de negarme al requerimiento que me hacían, pero el deseo de comprender los momentos oscuros pasados recientemente se acabaron imponiendo.


-”Sí, es cierto, algo incomprensible me ha sucedido”.


-"Queremos explicarle lo acontecido y agradecerle su participación , aunque haya sido involuntaria. Le pedimos disculpas. Hemos procurado alterar lo mínimo posible su viaje”.


-”Se lo ruego, acompáñenos. Será un recorrido breve que hará con los ojos tapados para mantener el secreto de nuestra sede”- Añadió el rubio de la recepción.


No podían pedirme eso, debió ser patente mi gesto de disgusto porque añadió: - Si hubiéramos querido llevárnoslo a la fuerza, créame, no habríamos tenido ningún problema. Nuestra actitud es de agradecimiento y al mismo tiempo queremos informarle de lo ocurrido con un deseo didáctico para que comprenda nuestra situación y de esa manera agradecerle su ayuda”.


Estaba confuso, sus palabras parecían sinceras pero por otra parte, me habían forzado y obligado a algo sin mi permiso. Sin embargo me estaba inclinando a acceder a sus deseos, deseaba saber qué hacían y por qué.


-" De acuerdo, pero por la mañana sale mi avión".


-"No se preocupe, esta misma noche estará de vuelta. No le molestaremos demasiado tiempo".




IV.


Nos acomodamos en un Volvo negro, el rubio se puso al volante y el del pelo blanco me cubrió los ojos con un pañuelo de seda oscuro que me impedía ver y se sentó a mi lado en el asiento trasero. El coche se puso en marcha, intenté no pensar y confiar en lo que me habían dicho mis dos peculiares acompañantes,pero tenía un nudo en el estómago y sentía la garganta seca, me notaba como flotando en el espacio, me cogí las corvas y apreté fuerte para sentirme vivo.


La marcha al principio y durante un corto tiempo fue lenta, acelerándose después, al cabo de un rato se hizo más rápida aún, por lo que pensé que habíamos entrado en la autopista, pasado algún tiempo, calculo que unos veinte minutos , aminoró la marcha y al poco tiempo se paró.


El corazón me latía rápida y enérgicamente golpeando en mis sienes y embotándome la cabeza, realmente estaba muy nervioso.

¿Habría pecado de crédulo? ¿Qué me pasaría si no cumplían su palabra? ¿Pero realmente tenía otra salida? No, estaba claro que si me hubiera negado habrían recurrido a la fuerza. No había tenido otra alternativa. Había hecho lo correcto. Llegar a esta conclusión me tranquilizó algo.


Me ayudaron a bajar del vehículo y me condujeron brevemente por un suelo terregoso para, enseguida, franquear una puerta que abrieron, ya dentro del edificio me sentaron en una silla y el del pelo blanco me quitó el pañuelo que no me dejaba ver.


Una tenue luz me hizo parpadear hasta que me acostumbré.


La estancia era amplia, las paredes y el suelo eran de madera, lo que le daba un ambiente acogedor, en una pared había un mural con una enorme luna rojiza que dejaba ver un paisaje montañoso lleno de coníferas. Debajo se podía leer: The moon is my sun. (La Luna es mi sol). Era todo un mensaje, claro y diáfano, se entendía perfectamente.


Los albinos no pueden producir melanina que es la sustancia que da color a los cabellos, a la piel y a los ojos. La mayoría tiene la piel y el pelo blanco y los ojos claros, tienen problemas para ver bien. Otros tienen la piel sonrosada y son rubios con ojos azul claro. Ninguno puede tolerar el sol.


Su cuerpo celeste preferido es la luna porque es cuando pueden desarrollar su actividad sin su enemigo más grande que son los rayos solares, que resaltan sus carencias, que les amenazan dejando huellas en su piel y en su forma de vivir. La luna les envuelve en su tenue luz, les baña de vívidas sombras, les protege y les ampara. La madre luna, su sol particular.


El albino se sentó a mi lado, con gesto amigable y en  voz baja, como si quisiera contarme un secreto empezó a hablar:
-”Usted habrá oído las molestias y limitaciones que tenemos las personas albinas para tolerar el sol, creo que no hace falta explicarle el daño físico y en algunas ocasiones psíquico que nos produce, las dificultades por las que pasamos en nuestra vida por su causa..."


Los problemas se acrecientan cuantas más horas de sol hay y, como usted puede imaginar, en nuestro verano con tantas horas de luz las consecuencias negativas son tremendas. En contraposición están ustedes, los latinos, personas que disfrutan con el sol, que en verano toman baños de sol durante horas y se broncean sin ningún problema  porque absorben los rayos solares con gran facilidad. pues poseen la suficiente capacidad de producción de melanina.


Nuestra asociación LOS, Limits Of Sun, que en su idioma podría traducirse conservando las siglas como  Liga Opuesta al Sol, es una sociedad que trata de aminorar los efectos de los rayos solares desde dos vertientes: mitigando su potencia y tratando de disminuir su duración. Aquí nos ayudan las personas morenas, fundamentalmente los latinos.


Hacemos una gran campaña en el ámbito turístico para promocionar la visita a nuestro país, tenemos una agencia mayorista  de viajes que vende paquetes turísticos a precios muy competitivos en naciones donde sus gentes tienen la característica adecuada que nos interesa: tez morena, ojos oscuros y pelo negro, es decir los latinos o hispanos, personas que poseen una gran capacidad de producción de melanina”-


La explicación de mi interlocutor en vez de calmarme me estaba poniendo más nervioso, me daba la impresión que había caído en las redes de una organización.



V.

-” Acompáñeme, por favor, verá como lo entenderá todo”-
Me llevó a una sala, tenía el aspecto de un quirófano, había una camilla en medio , con un gran foco en el centro y una mesita con instrumental en bandejas de distinto tamaño.


Entró, otra persona, también muy rubia, con los ojos muy claros, se sentó a mi lado y con una voz melodiosa, dulce diría, comenzó a explicarme en un español comprensible: -” Los melanocitos son las células que producen la melanina en nuestra piel, para que eso ocurra debe haber una señal que desencadene el proceso y esa señal son los rayos solares, de esa forma se logra el bronceado, pero en nuestro caso existe una reducción o ausencia de producción de melanina a causa de mutaciones genéticas.


Usted nos ha ayudado absorbiendo los rayos de nuestro mayor enemigo. A usted y a los  demás viajeros de nuestra agencia de viajes les colocamos un pequeño chip inofensivo en el omóplato izquierdo, que es un acelerador de melanocitos, de esta forma aumentamos la cantidad de rayos captados por cada persona y aminoramos los efectos negativos que nos causan a nosotros.


Nuestro agradecimiento es grande, por eso intentamos causarles el menor inconveniente o alteración en sus viajes y les tenemos vigilados discretamente para evitar cualquier efecto secundario aunque hasta ahora no se ha dado en ningún caso”-


"Vaya, era partícipe de un plan bien pensado! Un plan que les permitía atraer a turistas de los países donde los habitantes eran morenos, susceptibles de ser utilizados para sus fines y que  sabían donde se hospedaban. El rompecabezas tenía sentido".


Me sacó de mis pensamientos la voz de la persona que había hablado antes. Volvía vestido como un médico que va a realizar una operación y caí en la cuenta de lo que iba a hacer.


Se acercó, pidiéndome que me quitara la camisa, noté algo fresco y húmedo en mi piel y al momento un ligero pinchazo donde ocasionalmente había notado cierto escozor los últimos días.


Me enseñó un pequeño aparato con la forma de una diminuta caja de zapatos de color violeta brillante.


-”Este es el acelerador solar”.


-”We'll be landing in about fifteen minutes at the Arlanda International Airport in Stockholm".
("Vamos a aterrizar dentro de  cinco minutos en el aeropuerto internacional de Arlanda en Estocolmo")

Abrí los ojos sorprendido y seguí escuchando: “Please fasten your seatbelt and return your seat to the upright position".

("Por favor, pónganse el cinturón de seguridad y coloquen sus asientos en posición vertical")  


Los pasajeros de los asientos de al lado, un albino con gafas y un rubio atlético se apresuraron a ponerse los cinturones .


El altavoz del avión seguía diciendo: “Please stay in your seat until the aircraft…"

("Por favor permanezca en su asiento hasta que el avión...")


Miraba a mis pasajeros vecinos con sorpresa, no podía creerlo. ¡Eran ellos!


- “The local time is 18:34 h.

("Son las 18,34 hora local")

El avión estaba aterrizando en el aeropuerto de Arlanda en Estocolmo.




NOTA.

Las horas de varios incidentes ocurridos terminaban en 9. Podía ser una coincidencia , pero por  pura intuición busqué en google el significado del número 9.


"El número 9 es el signo de los ideales, el interés Universal y el espíritu de combate con fines humanitarios. Simboliza la luz interior, priorizando ideales y sueños, vivenciados mediante  las emociones y la intuición... Este número es totalmente independiente y con enfoque optimista hacia la vida".