Las laderas de las montañas
están pobladas de verde pasto
alegrando los ojos de media España
porque la otra mitad le hará ascos.
Pasa y pasará todas las veces
cuando alguien habla y dice algo
la mitad se moja como peces
y la otra mitad queda en secano.
No sé si será cosa de locos
o tal vez, despropósito de sanos,
la verdad es que unos lo ven claro
y otros necesitan para verlo focos
que alumbran la oscuridad en vano.
La luna brilla siempre de noche
y el sol después dá alegría,
eso lo sabe cualquiera de una vez,
pero alguien vendrá cualquier día
diciendo que todo es al revés.
El silencio trae la esperanza
de que la vida corra por las venas
y que la energía fluya a manos llenas
en un abrazo de cantos de alabanza,
que espanten de las mentes las penas
y llenen los corazones de confianza.
Las alegrías no llenan la balanza
de pesadumbre si no de burbujas buenas
que vuelan enredando el aire
de vibraciones y ondas ajenas.
Llenar el botafumeiro que respire
el secreto que está en lontananza
para que el bullicio se retire
lento y pausado , sin añoranza.
El cuerpo está en este hospedaje
que va peregrinando por el mundo
yendo y alejándose en un oscuro viaje
tratando de no doblarse como el junco.
Dar el grito más alto y profundo
que la garganta pueda con coraje
para que se oiga fuerte y rotundo
en este mar de espumoso oleaje.
Hay que hacerse un lugar en el bosque
para poder cazar en este paraje
y llegar a encontrar lo que uno busque.
Yo quiero ser tronco y no ramaje,
quiero que el aire impele el foque
y un alma que con mi cuerpo encaje.
